Si pulsais la imagen podreis leer el Análicis que realizó Pexter (sí, el tipo ese que analiza videojuegos de una manera peculiar y apática que a mi tanto me gusta) sobre un juego que yo llegué a comprarme para la antigua Nintendo NES, la cual ha sido mi única videoconsola y a la cual tengo tanto cariño. El juego e sí era muy divertido, os animo a que lo probeis, incluso ahora me parece entretenido. Si es que... algunos de los mejores juegos que he jugado eran tan simples como este, ya ves, A | B y la +, así de sencillo y así de genial. Probádlo
¿Puedo ponerme un poco serio y dejarme llevar por mis sentimientos? ”Buuuuh, fuera, tú a hacer videoanálicis y no estas mierdas… miserable, hijo de fruta, estás de capa caída…”
Bueno, pues me dejo llevar por la nostalgia ya que ayer echando unas partidillas a la Xbox y sus emuladores di con este juego, esta maravilla atemporal, este ejemplo a seguir que nadie siguió de como debe ser un juego deportivo. Muchos de ustedes no habían nacido, incluso algunos de sus padres pudieron no haber nacido, quizá no existais. Pero escribiendo para los que sí existen, me veo en la obligación de dedicar unas palabras cariñosas a uno de mis juegos favoritos de todos los tiempos.
Mi historia con este juego empezó algo así como que fui al videoclub de mi barrio (videoclub Armero) y estaba todo prácticamente alquilado al ser viernes por la tarde. En aquella época alquilar Super Mario Bros 3 era imposible pues siempre estaba alquilado. Recuerdo haber estado largo tiempo mirando dos o tres veces al día hasta por fin poder jugarlo meses después de su lanzamiento. Pero dejando de lado al mejor plataformas de todos los tiempos y continuando con el retra-análicis, era viernes y estaban alquilados todos los juegos, sólo quedaba “este”. Lo pillé de mala gana pues nunca me han gustado los deportes, y menos el fútbol. Pero no, esto no es fútbol, ni es deporte. Esto era algo muy extraño.
Lo primero que me llamó la atención fueron sus gráficos. Ahora mismo, teniendo la posibilidad de contar las pestañas a Snake no parece gran cosa, pero en su día me impresionó tanto el tamaño de sus jugadores como lo reconocible de sus caras. Eran caras diferentes para cada personaje, en la imagen podeis ver claramente al tipo de moñigote que yo llamaba “Frankestein”. Cada uno tenía su cara, eran todos feos pero únicos. En su día me pareció una cosa como venida del futuro, el pasar de SOCCER de konami que eran manchas con dos colores a esto me dejó huella. Todo ello acompañado con un apartado sonoro pegadizo y resultón, con esos gemidos de dolor que sonaban como cualquier cosa menos un gemido de dolor pero que con todo sabías que era un gemido de dolor. Era la magia de entonces, los apartados técnicos dejaban mucho a la imaginación y participabas en ellos, tu mente le daba forma a esos sprites y a esas interferencias sonoras. Hoy en día en el bar de mi barrio donde continúa estando la máquina de Street Fighter 2 se sigue discutiendo si Guile dice o no ”Anecfun” y se sigue hablando de Sagat y su polémico “Faiber opel crash”. Era una simbiosis entre máquina y humano que daba pie a un interesante subjetivismo, cosa que hoy se ha perdido.
Lo que también me sorprendió en ese momento fue la auténtica violencia que poseía el título. Por la portada, que en esas edades era lo que te hacía decantarte por este o aquel juego, jamás hubiera pensado que fuera un juego tan poco serio. El juego tenía dos pilares fundamentales, agredir al contrario de una forma muy contundente sin cometer infracción alguna y el chute especial de cada selección.
La violencia se podía suministrar por inumerables vías. Los codazos cuerpo a cuerpo eran demoledores, saltándoseles los ojos a los moñigotes, con una contundencia que asustaba. También cómo no las típicas “segadas”, que te permitían atacar desde distancias considerables. Para terminar los balonazos dejaban en el suelo doloridos a los jugadores, llegando a salir volando en el caso de los chutes especiales. La violencia era tal que los moñigotes al recibir cierto número de impactos morían y sus cuerpos quedaban tirados en el suelo mientras los supervivientes continuaban jugando. No sé a quién se le ocurrió la idea pero le mando besos desde aquí.
Los chutes especiales eran en aquella época de Oliver y Benji algo que te dejaba sorprendido. Todos los equipos eran exáctamente iguales en velocidad, disparos y resto de parámetros. Lo que diferenciaba a los equipos, obviando las caras y los colores de sus ropas, eran sus chutes. Desde la “bola chicle” de la poderosa y extrañamente llena de gente anaranjada Rusia hasta el hiper mega efecto parábola de México. Cada persona tenía su chute especial favorito y no había forma de hacerla cambiar de equipo. Los chutes especiales a priori eran imparables y siempre debían ser gol, llegando a matar a quien se interpusiera en su camino, pero una de cada ”x” veces pasaba algo raro y no entraba. Era la magia del juego, esos resultados de México 19 - Germany 26 significaban que el chute especial de México había estado mal este partido, ya que no había prácticamente otra forma de marcar gol… a no ser que mataras al portero.
Como anécdota final, podías elegir superficie de juego entre cemento, tierra, descampado (con pedrolos en medio que de tocarlos de hacían daño) e incluso hielo. Algo que lo elevaba a lo más alto de los juegos en extrañeza y originalidad, presidiendo aún hoy el Olimpo de la bizarrez.
Grande la NES, y grande el Nintendo World Cup. Un juego muy excéntrico y querido por un servidor.
Ahora sí que sí... Jugar, jugaaar!!
1 comentarios:
no deja jugar....... (joder que estoy haciendo con mi carrera....)
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